Si combinas soltura, desparpajo, talento, ambición, ánimo reivindicativo y versatilidad en la resolución, tiene que salirte esto. Isleña Antumalén (Santiago de Chile, 1998) apenas está empezando a despuntar mediáticamente en nuestro país, pero resulta complicado no depositar altas expectativas en ella tras escuchar este álbum de debut. En Everlasting supieron verle el potencial, y hay que loarles el olfato. Son diez canciones que plasman la inapelable efectividad de su batidora: hay reggaetón en “Mija” o “Miel”, dembow en “KO” y en “Maki”, dub en “Wallmapu sin carnet”, afrobeat en “Küme Energy”, cumbia en “Ke amor?”, neoperreo minimalista en “Poleo” y hip hop de tintes jazz y soul en “Ñaña descoloniza tu belleza”.
Todas despachadas con formidable fluidez, gracias no solo a la volubilidad de la chilena como vocalista (sensual cuando toca, batalladora y vindicativa cuando la ocasión lo demanda) sino también a la oportuna producción de Danilo Papaya. Ni demasiado rupturista para el presente ni demasiado continuista para con su legado. En su punto justo. Visibilizando el sentimiento de pertenencia al pueblo mapuche, comunidad indígena (que vive entre Chile y Argentina) tradicionalmente olvidado por los poderes públicos, como suele ocurrir con casi todas las minorías, por mayoritarias (en número, que no en influencia) que puedan ser. Un disco más que estimulante, que en directo puede ser directamente explosivo. Eso quiero creer. Y comprobar.
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