Los amantes del sonido Havalina pueden estar tranquilos. En su octavo disco de estudio, el trío sigue fiel a sus cimientos: concisa contundencia, producción justa, desarrollos de guitarra perfectamente ejecutados, atmósferas que atrapan y, por tanto, suenan más Havalina que nunca. Han querido jugar algo con esos riffs de guitarra que tan precisos suelen ser en Cabezalí, añadiendo pinceladas más metal. También líneas de bajo con pasajes tan rotundos como en “Un reloj de pulsera con la esfera rota”, una de las muchas aportaciones de Jaime Olmedo, tercer caballero de la banda tras la salida de Ignacio Celma. Además, se percibe una mayor presencia de teclados y sintetizadores que en anteriores trabajos. El resultado son unas canciones que se acercan al oyente amenazantes, consiguiendo un álbum maduro y sólido que sacude, araña y escarba nuestras pulsiones más oscuras.
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