Senjutsu
DiscosIron Maiden

Senjutsu

8 / 10
Tomeu Canyelles — 06-09-2021
Empresa — Parlophone
Género — Heavy Metal

Desde la publicación del irregular The Final Frontier (10) se ha dado por hecho que Iron Maiden han entrado en el último tramo de su trayectoria pese a que Bruce Dickinson haya repetido por activa y por pasiva que la banda “no se retirará en su puta vida”. Si por cosas de la vida "Senjutsu" llegara a ser su último trabajo de estudio, lo cierto es que representaría una despedida más que digna para una auténtica institución que, además de haber creado algunas de las obras más fundamentales del género, lleva en activo nada menos que cuatro décadas y media

El sexteto británico regresa con un nuevo trabajo –el decimoséptimo de su carrera– que tiende al continuismo y en el que se puede percibir que han trabajado para crear el disco que ellos querían y no el que sus seguidores estaban pidiendo. No deja ser una tremenda falta de realismo reclamar a los Iron Maiden del siglo XXI un disco de cuarenta minutos compuesto y ejecutado con el mismo nervio de un chaval de veintipocos años. Y aún a sabiendas que pueden –y suelen– hacer guiños a aquello que fueron décadas atrás, lo cierto es que jamás han perdido de perspectiva que su carrera se construye hacia delante y nunca hacia atrás. Sin demasiados sentimentalismos ni intentos de ganarse a nuevas audiencias subiéndose al carro de las últimas tendencias, debería valorarse positivamente que no hayan cedido a querer ser algo que no son y que, de hecho, jamás han querido ser.

Tozudos, coherentes y –salta a la vista– conservadores, “Senjutsu” trata de no desviarse demasiado de las coordenadas que han trazado desde el retorno de Dickinson y Adrian Smith. Eso no implica que no sea un disco exento de ciertos riesgos, porque los hay: la misma obertura del álbum (“Sensutju”) saca de su zona de confort a Nicko McBrain y da como resultado uno de los arranques más contundentes –que no rápidos– de toda su discografía; el primer adelanto “Writing On The Wall”, con sus dejes acústicos y ese ritmo medio arrastrado, el que parecen estar de vuelta de todo, es una pieza crepuscular con aire de western que abre nuevos colores en un disco caracterizado por la variedad. También se podría considerar una decisión arriesgada haber cedido el tramo final del álbum a Steve Harris mediante tres canciones (“Death Of The Celts”, “The Parchment” y “Hell On Earth”) cuya duración total supera los treinta y cinco minutos, una idea que podría haber derivado en una obra descompensada y que, a la vista de los resultados, ha terminado por ser un gran acierto.

“Senjutsu” adolece de la inmediatez que tenía The Book Of Souls (15), álbum en el que había unas cuantas canciones comparativamente más cortas: en este sentido, su nuevo disco se muestra mucho más exigente al contener siete canciones (de un total de diez) que superan la barrera de los siete minutos. Composiciones que, con mayor o menor acierto, tratan de generar una cierta atmósfera con largos desarrollos al principio y que desde “The X Factor” (95) –otrora denostado y hoy reivindicado– han puesto a prueba la paciencia de aquellos que buscan en Iron Maiden la inmediatez de sus primeros discos. De la misma forma, “Senjutsu” continuará alimentando el rechazo que a numerosos seguidores les provoca la figura de Kevin Shirley. A pesar de haber redimensionado el sonido de la banda tras la era de claroscuros de Blaze Bailey y Nigel Green, su labor ha terminado por ser cuestionada por haber restado garra al sexteto: el volumen en ocasiones exagerado de los timbales de McBrain, el abuso del reverb en algunas voces de Dickinson o la presencia –a veces molesta, a veces injustificada– de ese teclado tan característico que lleva acompañando a Maiden desde hace varias décadas termina por sembrar la duda: ¿cómo hubieran sonado estas diez canciones en manos de otro productor?

A pesar de no haber excedido la duración de su predecesor, lo cierto es que el exceso de minutaje termina lastrando las posibilidades reales del álbum. Una mayor contención en los diez minutos de “Death Of The Celts” –gran canción a partir de la mitad, llegando incluso a evocar a la lejana “Transylvania” de su debut– habría impedido que se la percibiera como una innecesaria segunda parte de un clásico por derecho propio: “The Clansman”. Igualmente, una visión menos autoindulgente habría servido para repensar si merecía la pena –o no– incluir una “Lost In A Lost World” que suena tediosa comparada con el resto de material que incluye “Senjutsu” y en la que, por cierto, hay alguna línea que parece literalmente extraída de “Afraid To Shoot Strangers”. ¿Y qué hay de “The Time Machine”, ese compendio de ideas de “The Talisman” o “The Book Of Souls”? ¿Aportaba algo este descarado reciclaje de ideas en el que el bueno de Janick Gers roza el autoplagio?

A pesar de todo, “Senjutsu” se sostiene por sí solo: demuestra mucha más variedad –y ambición– que The Book Of Souls, basculando perfectamente entre la pulsión oscura de “The X Factor”, la épica de “Powerslave” (84) y la frescura de “Brave New World” (00) gracias a un puñado de temas incontestables que no hacen más que crecer con las escuchas. El cierre, melódico, galopante y extremadamente pegadizo de “Hell On Earth” se antoja como una de las mejores piezas que Harris haya escrito en décadas: un cierre delicioso que, junto al deje oriental de “The Parchment”, certifica que el esfuerzo del bajista por concentrar su material en solitario en el tramo final del disco ha funcionado. De la misma forma, el tándem compositivo Smith/Dickinson se muestra tan solvente como siempre gracias a la concisa “Days Of Future Past” y, sobre todo, “Darkest Hour”, emocionante medio tiempo cargado de sobriedad que puede recordar en algún tramo a “Wasting Love” de “Fear Of The Dark” (92). No olvidemos tampoco el tremendo gancho melódico de “Stratego” –imposible quitarse ese estribillo de la cabeza–, un single que, reforzando la consistencia de la primera mitad del álbum, consigue redimir a Gers de sus pecados.

Otro gran plus para “Senjutsu” es su altísimo nivel interpretativo; después de dos décadas, quizás sea el disco en el que se desarrolla con mayor efectividad el potencial de la formación de tres guitarras, permitiendo que Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers –trío tocado de gracia y cuya efectividad parece renovada con el paso los años– dispongan del espacio suficiente para desarrollar harmonías, arreglos y, por supuesto, solos. La producción también pone de relieve el soberbio trabajo de la base rítmica formada por Steve Harris y un Nicko McBrain que, rozando los setenta años, tampoco parece ver mermada su efectividad o energía. Ni falta hace decir que la soberbia interpretación vocal de Bruce Dickinson espanta los problemas de salud que le han acompañado en los últimos años: según parece, habrá Air-Raid Siren para rato.

Excesivo, exigente, grandilocuente y muy, muy elegante, “Senjutsu” cumple con su objetivo más básico: reactivar la maquinaria de guerra de unos sesentones que, pudiéndose conformar con vivir de las rentas, han preferido continuar al pie de la batalla con un disco que engrandece –todavía más– su leyenda.

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