Vuelven los reyes del metal más técnico y vanguardista. Menos previsibles que un esquizofrénico, en sus nuevas canciones las estructuras complejas y las entrañas, de nuevo, van de la mano. Su tercer disco mantiene su (alto) listón a base de guitarras disonantes y espontáneas, voces solventes entre calma y cólera, y un nuevo batería, Gil Sharone, que cumple con nota la complicada tarea de aglomerar sonidos muy dispares. Hay metal, hardcore, jazz… y electrónica. Tanta, que la utilizan como un instrumento más y no para redondear con arreglos: “Dead As History” no sería la misma canción sin las bases que la definen. Que además incluyan pianos y trompetas resalta un trabajo atípico en la sección de sonidos duros. Aunque el caos está más controlado que nunca, y en medio del torrente histriónico y machacón sorprenden estribillos, o algo parecido, con melodía (como en “Black Bubblegum”, nunca el título de una canción fue tan apropiado). No son raros por la gracia de serlo, si es que eso alguna vez tiene gracia, pero el quinteto utiliza su pericia como instrumentistas al servicio de la canción. Esta vez The Dillinger Escape Plan no sólo prescinden de límites estilísticos en “Ire Works”, sino que lo convierten en su principal baza.
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