Tras escuchar varias veces ‘1996’, no puedo dejar de acordarme de aquel día en el que llegué a un bar donde estaba el artista y me comentó que tenía la idea de hacer un álbum donde meter a gente del género urbano en producciones que les resultaran algo ajenas. No solo eso. También trabajar con artistas del entonces minúsculo nuevo pop para que se salieran de su zona de confort. Digo entonces, porque esa conversación sucedió en 2019, un año sobre el que se extienden dos que han valido como diez. No solo en la parte social, o en la económica, también en la musical todo lo que valía hace dos años y medio ahora queda pendiente. Es una duda que nunca resolveremos, ¿qué hubiera sucedido? Un what if tan duro como real.
Y pasó el tiempo y el pasado viernes Innercut lanzó ese álbum. ‘1996’ es un álbum de productor serio, coherente y variado. Uno que demuestra talento de sobra en un momento donde los productores son por fin reconocidos, y que puede ser una buena base sobre la que crecer en el futuro. Pero lo que era una gran idea creativa ahora es el pan de cada día. Desde Latinoamérica -el mismo día lanzó su ‘Plan A’ Paulo Londra tras su impasse forzado- y desde España -la nueva ola del pop urbano hace algo parecido sin pretenderlo, natural-, la mezcla ya es una realidad.
Pero más allá de historias, vamos al grano para alabar el buen gusto de innercut en la mezcla de diversos artistas diversos entre sí como Natalia Lacunza y Ghouljaboy o Juancho Marqués y Pedro Ladroga, con resultados dispares, pero atinados en la concepción. Así como aportaciones como la de Valverdina o Bejo que, consiguen brillar desde lugares muy alejados. ‘1996’ tiene estos detalles que apuntan lo que hubiera podido ser un mejor trabajo de haberse entregado antes. A veces, los periódicos de ayer no son lo único con lo que envolver el pescado de hoy.
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