Ahora que Jack Tatum publica su cuarto disco y que se acerca ya a la década en activo, podemos decir que Wild Nothing son una pequeña institución del pop independiente del nuevo milenio. Tatum lo ha conseguido despacio y con buena y letra, entregando una genealogía sólida de álbumes y de EP’s donde ha ido dando forma a su manera de entender el pop.
Un imaginario sonoro que casi siempre ha vivido en un mundo paralelo ajeno a las modas. Solo estuvo en la cresta de la ola trendy con su excelente debut, "Gemini", alumbrado en plena era del revival del shoegazing. Después de eso, fue por libre, acercando y enriqueciendo su cancionero con citas a Todd Rundgren, Talking Heads, The Alan Parsons Project o la ELO.
En "Indigo", título que hace referencia a uno de los colores del arco iris y a una tonalidad que está entre dos aguas, afianza la otredad de Tatum en el indie pop actual. El músico norteamericano explica que su intención era la de hacer un disco que sonase atemporal o, mejor dicho, fuera del tiempo, en el que se entremezclara lo analógico y lo digital (de ahí lo de Indigo). Y la verdad es que está cerca de conseguirlo.
En el nuevo álbum de Wild Nothing (quizás el mejor desde su debut) hay algo de vuelta a los orígenes, pero a la vez está lleno detalles que no habíamos percibido antes. Ese pequeño solo de guitarra de “Canyon On Fire” que rememora la primera época de A Flock of Seagulls, el corte instrumental e hipnagógico “Dollhouse”, y la guitarra acústica de “Oscillation” con sus aires a The Pale Fountains.
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