Sólo visionando la portada de este segundo trabajo de los de Vancouver, ya puedes imaginar que lo suyo es el hard rock setentero sí, pero sazonado con grandes dosis de psicodelia y un mucho de ensoñación folk.
Hasta aquí nada nuevo bajo el sol, de acuerdo, pero lo que hace destacable a este segundo trabajo de Black Mountain, situándose incluso por encima de su meritorio álbum de debut, es la diversidad de texturas y tempos en la estructura de sus largas canciones y ese toque de distinción que le otorga al grupo la combinación de la voz principal con la segunda voz femenina de la banda. Comparados por la prensa con QOTSA tienen, sin embargo, un aire mucho más retro que estos, con una ambientación más space rock, repleta de fuzz, pero también de pasajes que te recordarán a los más diversos artistas del pasado. De Black Sabbath a Pink Floyd pasando por Bowie o Cream, entre los más evidentes. De esa guisa encontrarás desde clásicas epopeyas épicas como “Tyrants” o “Bright Lights”, preciosos medios tiempos melódicos como “Angels”, folk tan hippioso como comatoso en “Stay Free” o momentos inquietantes y algo sinuosos como “Queens Will Pay”. En definitiva una auténtica tripada.
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