Nadie garantiza que un director de orquesta genial sepa ponerse del otro lado y desplegar el mismo talento con uno o varios de los instrumentos que coordina a placer desde su intocable atril. El mago de Oz del firmamento pop, el hombre detrás de la mesa de sonido de Usher, Kelis, Nelly, Britney Spears o Justin Timberlake entre otros, el productor más reclamado y premiado, Pharrell Williams nos presenta aquí su disco de debut -es un decir- en solitario.
Amigos y protegidos -desde Jay Z a Kanye West, pasando por Snoop Dogg o Gwen Stefani- aportan su granito de arena (coros, dúos, cameos) a lo largo de las ocho piezas de orfebrería hip hop y ocho más de R&B infeccioso a las que les sobran detallitos molones y les falta alma y algo de punch. ¿Tanto costaba pedir ayuda a su partenaire en The Neptunes, Chad Hugo, o pillar cuatro descartes de N*E*R*D*? No se entienden los motivos por los que no reserva para sí mismo los mejores trucos como hacedor de hits que es, dejando tanta leña por cortar y guardándose las fórmulas mágicas que deducimos aún tiene para ¿otra ocasión? Los alumnos superan al maestro por el momento.
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