El tiempo e Ilegales, esa bonita relación. Quienes ya sonaban de lujo en los ochenta vuelven a la palestra para presentar su décimo álbum de estudio en treinta y cinco años de trayectoria, y resulta que todo sigue en su sitio. La misma pegada, la misma exigencia. Anacrónicos y eternamente fuera de lugar, lo suyo siempre ha sido ir de frente haciendo justicia a un bagaje que ahonda en las raíces del rock primigenio.
El regreso de los asturianos no sucede por lo tanto a la ligera sino ofreciendo una nueva colección de canciones certeras que no se muestran tramposas respecto a su momento vital. El seguidor de toda la vida se sentirá en casa con “Voy al bar” o con los momentos oscuros de “La mala hierba”, pero los ritmos clásicos de “Vivir sin novia ni reloj” o “Aquel boogie pesado” bien podrían haberlos abrazado desde Jorge Ilegal y Los Magníficos, proyecto y ejercicio de estilo desarrollado durante los últimos años.
Heterogéneo y muy digno es este “La vida es fuego”, el regreso formal de los clásicos más incisivos de nuestro rock.
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