El propio Iggy Pop en un programa radiofónico de la BBC británica, anunciaba que con toda seguridad, este sea su último disco. La carrera en solitario de Iggy ha estado siempre bajo sospecha, me explico: el legado de su obra con los Stooges era una losa. Aparte el de Detroit empezó con mucha fuerza en solitario de la mano de David Bowie. Sus dos discos a medias ”The Idiot” y “Lust For Life” son seguramente de lo mejor de su carrera. Berlín y Bowie son importantísimos en la vida de Iggy, pero también lo fueron para Lou Reed. Tras esos años locos, Iggy nos entregó un par de discos totalmente prescindibles. Una vez limpio de la heroína, recién casado e inspirado por la new wave remontó algo el vuelo con “Blah Blah Blah”. Una vez más quedó patente que Iggy necesita de sus amigos para crear sus mejores obras, Steve Jones (Sex Pistols) le ayudó con el por fin vigoroso “Instinct”. Una de las vocalistas de The B-52’s y varios miembros de Guns N’ Roses le ayudaron a redondear su exitoso “Brick By Brick”, más tarde Henry Rollins o gente de Sum 41 o Green Day participaron en algunos de sus trabajos. Pero todos ellos pecaban de ser poco homogéneos, no sonaban a banda. Se notaban ser recopilaciones de canciones y no un trabajo de banda. Tras dos discos muy extraños más cercanos a la chançon francesa y al jazz, Iggy ha unido sus fuerzas a Dean y Josh (Queens Of The Stone Age) y a Matt (Arctic Monkeys). Y esta vez sí, esta vez esto suena a banda, a local de ensayo, a sudor, un disco redondo. Tristemente un coda perfecto, el Grand Finale que se merece nuestra iguana favorita.
Aunque es una obra con un estilo marcadísimo, rotundo y adictivo, el disco recoge matices de las diferentes personalidades de Iggy Pop. La inicial “Break Into My Heart” es sombría, oscura y gótica. “Gardenia” es muy Berlín, Bowie sonríe desde el espacio exterior, al igual que “Paraguay”. Esta última es una de las mejores canciones no solo del disco sino de toda su carrera. Todas ellas tienen mucho de Queens Of The Stone Age y de Arctic Monkeys. Rock árido, casi stoner en cortes como “American Walhalla” o “German Days”. Sorprendente es el inicio de “Vulture” con aires flamencos para explotar y convertirse en un lamento polvoriento. La belleza de “Chocolate Drops” te pone los pelos de punta, aquí ves hasta que punto el experimento funciona. Otro diamante más. Y es que el que piense que es un disco de Iggy más se sentirá defraudado, es su disco definitivo, y quien se acerque atraído por sus escuderos también. Hay que llegar a él sin prejuicios. Esto es un grandísimo disco de rock. Lleva la firma de Iggy, pero todos son importantes, tanto las guitarras afiladas de Josh Homme, como la sinuosa, musculosa y mágica base rítmica de Dean Fertitia y Matt Helders. Discos así hacen que la vida merezca la pena.
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