Construido en base a ocho formas de entender la comunión entre pulsión electrónica y la música tradicional aragonesa. Dicho así, “Cierzo lento” suena como una especie de variación geográfica de lo que están haciendo Califato ¾ en Andalucía y Baiuca en Galicia, aunque nada más lejos de la realidad. De hecho, lo que más pesa en esta puesta en escena es la materia dance del deep house y las tendencias más oníricas de grupos techno pop de los años ochenta y noventa como Pet Shop Boys. Eso sí, filtrados desde una concepción atmosférica de las formas 2.0. En este último caso, no hay más que adentrarse en “O sol espunta” o “Tañe”, en las que prende su alquimia en condicionantes ya reconocidos de aquella era. De hecho, la inclusión de elementos tradicionales, como puede ser en el caso de “Solombra” o en “La encamisada”, se integran como una parte más de la ecuación pop confeccionada, no como una expresión autónoma de sus orígenes maños. Lo mismo sucede en “El jilguerillo”, momento más revelador de este álbum, donde, en realidad, el canto tradicional expuesto resuena más como una alternativa pop de la electrónica andina llevada a cabo por Chancha Vía Circuito que como una plasmación a fuego de los sonidos aragoneses ancestrales.
Que la vía folclórica sea una vía secundaria no quiere decir que no esté presente, con un valor adicional, en todo momento. Así es los sampleados vocales utilizados en “Eran ellas”, donde voces anónimas cosen un diálogo estremecedor acerca de la copla aragonesa. Con estos mimbres más documentalistas que literales de la esencia folclórica, “Cierzo lento” emerge como un peculiar brainstorming de ideas concentrado en sus soluciones pop, no como otro tratado de vanguardia electrónica de las raíces populares. En definitiva, ocho tragos que dejan ganas de más y notables reportes nostálgicos.
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