Asegura Joe Talbot en la nota de prensa que acompaña al nuevo disco de Idles, que sus nuevas canciones hablan más de arreglar su propio mundo que el de los demás. Esta especie de honradez introspectiva asoma desde el primer segundo de un álbum que parte de algunos de los hallazgos de su anterior, el complaciente y muy exitoso “Ultra Mono” (“una especie de caricatura de nosotros que nos ayudó a ver nuestros defectos”, según el guitarrista y coproductor Mark Bowen).
Al carajo expectativas. Podrían haberse acomodado en su lado extrovertido y seguir el camino fácil. En lugar de eso, entregan su disco más extremo y experimental con singles como “Car Crash”: ritmo pesado roto, bajo sintético, voz procesada, final explosivo; delicias insospechadas como la balada catártica “The Beachland Ballroom”, en la que Talbot lo da todo vocalmente, o la atmosférica y experimental “Progress”. A esto en la era de “In Utero” se le llamaba suicidio comercial. Pero es precisa y paradójicamente lo que sigue haciendo crecer a un grupo. Cuando suben de revoluciones, también tiran de visceralidad (“Crawl!”, “Meds”, los treinta segundos feroces de “Wizz”).
El desastre pandémico parece haber acentuado el carácter catártico y sin filtros de un trabajo que busca sentido en el caos personal: las adicciones de Talbot. Fue un incidente en la autopista con una moto que estuvo a punto de estamparse contra su coche la epifanía que necesitaba el vocalista para las nuevas canciones: la conciencia de nuestra fragilidad. Construidas desde la contención y la tensión del viejo post-punk más espartano –guitarras angulosas, bajos que trepanan, ritmos insaciables–, Bowen y Kenny Beats (Vince Staples) realzan el lado más salvaje del grupo y su capacidad expresiva. La banda no sólo rehúye la oscuridad, sino que la confronta en una primera parte asfixiante que luego sube de tempo, pero sin apenas concesiones; aunque la luz asome en “King Snake” y “The End”, que no todo en la vida es miseria. De esta manera, la verdad del grupo brilla más que nunca en uno de esos discos valientes hechos inconfundiblemente desde las tripas, y cuyo sentido se encuentra en su agreste totalidad.
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