La abrumadora productividad y exuberante creatividad de los de Melbourne puede hacernos perder la paciencia. Y es natural, porque no hay nadie ahí fuera con ganas o capacidad de sacar tres discos casi simultáneamente, como es el caso (aunque dos de ellos sean breves). King Gizzard van camino de batir todos los records de creatividad. Ríase usted de The Fall.
“Ice…” es el primero de esta especie de trilogía que se edita a lo largo de octubre: vigésimo primer LP en doce años, con siete nuevas canciones que no bajan de los siete minutos. ¡Otro doble! Lo importante es que se nota que hacen esto porque les entusiasma. Los hiperactivos muchachos nos explican que cada miembro del grupo ha adoptado un misterioso tótem (de ahí el título), y que musicalmente exploran los modos musicales griegos. También destacan que es un disco plenamente colaborativo nacido de las sesiones de improvisación y jams tan fructíferas como las que se adivinan en “Magma” y sus guitarras incendiarias o en las texturas misteriosas de “Lava”. Las melodías de la deliciosa “Hell´s Itch” o la pletóricamente progresiva “Iron Lung” demuestran que están en un momento más que dulce donde les sale casi todo. El funk y el acid jazz son algunas de las mil fuentes de las que sacian su sed creativa.
Poco puede sorprender a estas alturas que se atrevan con los luminosos aires entre jamaicanos y africanos de “Mycelium”, para pasar acto seguido al irresitible acid funk retro de “Ice V”. Aquí tenemos de nuevo a seis músicos pasándolo en grande y contagiando el entusiasmo por su creatividad. Otra vez hay que admitir que pese su enloquecido ritmo discográfico, en los discos de los australianos siempre hay sustancia de sobra. Si pusieran algún filtro, sacarían obras mayúsculas. Pero entonces serían otra cosa.
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