Mucho pueden aplaudir los aficionados a la americana, y jalear, y gritar yeeehas como rednecks de los Apalaches. Los hermanos Avett van a necesitarlo. Han firmado por un sello de los grandes, y tienen nuevo álbum –ya no se cuentan con una sola mano, hay que emplear también un dedo de la segunda– para seguir contando, que no cantando, historias de hillbillies salidas de Carolina del Norte, de sus vecinos y amigos, experiencias afectivas y sueños que lanzan al mundo exterior en forma de canciones arregladas con pianos y violines, y que se apoyan en bases de folk añejo y bluegrass para indies del XXI. El reto ante el que se ponen Scott y Seth, junto a su amigo y bajista Bob Crawford no es fácil, puesto que una vez llegados a este punto en su carrera tendrán que romper ese círculo balsámico en el que han vivido para evolucionar en voces y actitud. Lo hacen apocadamente usando las guitarras en “Ten Thousand Words”, y se ponen incluso rockeros en “Kick Drum Herat”, pero su fórmula de comenzar con timidez acústica para ir añadiendo algo de sangre en cada uno de los cortes se queda raquítica para trece temas, más aún cuando las voces del combo adolecen de potencia y apariencia. Sobra refinamiento, hostia.
kai oi alloi pou exasan ti doiluea tous evlapsan kapoion allon k paei legontas do not worry.a kai episis to sympan den pairnei tis arnitikes lekseis mesa stis euxes, einai poly sygekrimeno. 8a sto pw analytika apo konta 😛