Alynda Segarra siempre ha escrito sobre personas sin hogar y desposeídas, personas sexualmente transgresoras y económicamente desposeídas, inmigrantes y minorías, y es lo que vuelve a hacer en este "The Past Is Still Alive", solo que esta vez no son otras personas, sino ella misma, en el disco más claramente autobiográfico de su carrera, un disco que comenzó con una canción enorme llamada "Snake Plant (The Past Is Still Alive)" en la que mezclaba recuerdos de infancia con un periodo de su vida que pasó junto a un grupo de desarrapados en un vertedero de basura.
También ayudó que se fuera de gira con Bright Eyes, y las letras de Conor Oberst la inspiraran a mirar hacia sí misma y hacia su pasado, o que su carrera no estuviera pasando por su mejor momento, sobre todo después del COVID. Libre de cualquier expectativa parece que ha hecho su disco más personal y cálido, como si solo lo hubiera hecho para ella misma y sus amigos. Y luego llegó el último hecho que ha marcado este disco, cuando estaba dando los últimos detalles llegó de la nada la muerte de su padre, músico de jazz, el hombre que la inspiró para dedicarse a esto y hasta las canciones que ya estaban hechas tomaron un nuevo cariz.
Es imposible escuchar el inicio del disco con "Alibi", hecha para un amigo que sufría una enorme adicción, y no pensar en que Segarra se la estuviera dedicando a su padre, tu espíritu no tiene porqué morir, no tienes porqué abandonarme, puedes quedarte conmigo. Musicalmente se puede ver que a Segarra ya no le importa que la quieran encajonar en la etiqueta del Americana, con un disco que suena maravillosamente, por lo que habrá que destacar la cuidada y clásica producción de Brad Cook, que no tiene ninguna duda de que este es el mejor trabajo de la banda.
Los tonos country de la espectacular "Buffalo", mezclando otra letra sobre el fin del mundo con una melodía que te eleva el espíritu, la emparentan con los últimos trabajos de Waxahatchee, algo que no debe ser casual si tenemos en cuenta que la propia Katie Crutchfield considera a Segarra su compositora favorita de su generación.
Luego le sigue el último adelanto del disco antes de su publicación, "Hawkmoon", en la que se ve que, a pesar de sus raíces folk, Segarra le sabe imprimir a sus canciones la pasión del rock & roll, en la canción más Bruce Springsteen del disco, en la que se puede oír la pasión del autor de "Born To Run".
Llegan a continuación otros dos adelantos del disco, la delicada "Colossus Of Roads", otra canción para los nacidos para correr al límite. Por muy dura que sea la letra, la composición sigue siendo extraordinariamente ligera y ágil. "Snake Plant", por otro lado, es una de las mejores canciones de su carrera, nuevamente ese sonido cálido y natural y una canción totalmente autobiográfica en la que se deja el corazón y sobre la que pasea el fantasma de su padre, "I only wanted ever to be a good daughter", y su ambivalencia de género "I was born with a baby boy’s soul".
"Vetiver", es uno de los temas más animados del disco, con un fantástico trabajo de la guitarra, sobre esa eterna nómada que es Segarra con ese "Return to the rocks and stones" que parece un guiño al "Cold ground was my bed last night (bed last night) And rock was my pillow, too" de Bob Marley o, sencillamente, al tono cercano a Jagger y cía de la canción. "Hourglass" es una preciosa canción de amor en plan country rock, piensa en Lucinda Williams, pero hasta aquí Segarra deja trazas de esas cosas que siempre tratamos de ocultar, "I always feel like a dirty kid, I usеd to eat out of the garbage, I know I should probably gеt over it, But somehow it feels I'm still in it".
Por su parte "The World Is Dangerous" es un enorme dueto country de amor desesperado, cantado junto a Conor Oberst, una preciosidad digna de ser cantada por Patsy Cline. Y luego llega la conclusión de un disco que conmueve como pocos, Segarra hace las paces consigo misma y su pasado, y se encuentra irremediablemente en un presente en el que todo se está yendo al garete, y como si fuera un músico en el Titanic, decide seguir tocando hasta el irremediable fin, y se le suman unos vientos, una pedal steel y Segarra remata "I used to think I was born into the wrong generation, but now I know I made it right on time, To watch the world burn With a tear in my eye (...) I'm right on time". Y se nos escapa una lágrima (o dos) del ojo, y no sabemos si es el fin del mundo o no pero en lo que sí que podemos estar de acuerdo es que estamos ante un disco enorme.
Y el final es una llamada de su recientemente fallecido padre, Kiko, mientras suena un piano jazz de fondo, es un mensaje feliz, "te quiero, adiós". El pasado siempre está con nosotros, aunque el futuro no tenga ninguna buena pinta, y si este es de verdad el fin del mundo tal y como lo conocemos (como dirían R.E.M.) es difícil encontrarle una mejor banda sonora de despedida.
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