Hay discos que son noticia más allá de su contenido y este es, sin lugar a dudas, uno de ellos. Primero porque marca el retorno del grupo que ya ha anunciado que hará la correspondiente gira. Y segundo porque, fue precisamente durante la grabación de estas canciones en 2006, cuando las disputas entre ellos y con su manager, provocaron la disolución del grupo y el posterior segundo álbum en solitario de Eef Barzelay, máximo compositor, voz y guitarra de la banda.
Pues bien, sus componentes se han marcado un “pelillos a la mar” y han decidido retomar allí donde lo habían dejado, editando a finales de febrero diez canciones que, en algunos tiendas especializadas, irán acompañadas de un Ep extra con cinco temas más.
Ahora sí, vayamos a un disco que, producido por la propia banda, ha contado con la ayuda en los controles de Mark Nevers, productor e ingeniero de la última etapa de Lambchop. Y a fe mía que este detalle es capital porque, en cierta medida, este disco de Clem Snide se aproxima más que nunca al trabajo de los de Nashville.
Es como si la ciudad a la que se mudó en 2005 Eef con su mujer e hijo hubiera marcado cada uno de los melancólicos surcos de este pájaro hambriento. Y es que el sexto trabajo de Clem Snide destila una belleza sinuosa, extraña, incluso doliente.
El disco se inicia con “Me No”, un tema oscuro, denso que podrían haber firmado REM sin ningún reparo. A este le sigue “Born A Man”, donde el protagonismo del piano recuerda el buen hacer de la banda de Kurt Wagner, con ese folk de cámara algo ilustrado, al igual que sucede con la sedosa “Hum”. “Burn The Light”, como “Beard Of Bees”, viene marcada por la acústica al más puro ejercicio de folk de autor a lo Simon And Garfunkel, pero si algo destaca en el disco son las dos epopeyas de más de seis minutos cada una que te dejan noqueado en el asiento y preguntándote cómo es posible que esta banda acierte siempre con maestría innigualable en la diana.
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