Para comprender correctamente “Human Values Disappear”, además del fondo, hay que tener en cuenta su forma y su origen, porque esto se parece mucho a una utopía realizada. Imaginen un vinilo blanco impoluto presentado como si fuera el de un artista anglosajón de postín, y añádanle un sonido ambient rico que tanto tira de lirismo como de ruido. Ahora abran los ojos. No están en un selecto club londinense con un piano trucado. Están a punto de escuchar el debut en largo de un tal Pepo Galán (músico y jefe del sello malagueño), que pone tanto mimo con las referencias de El Muelle Records, que unas cuantas discográficas independientes españolas empiezan a palidecer a su lado. Piensen que en El Muelle priman la delicia del riesgo y la experimentación por encima del sentido común. Olvídense de cuando les hayan dicho que en España esto sería imposible. Existe y nos lo estábamos perdiendo.
Este álbum solo es la punta del iceberg en la que convive Pepo con David Cordero y Lee Yi para marcarse siete temas instrumentales en los que la excusa argumental es la pérdida de los valores humanos esenciales en beneficio del cortoplacismo. Y aunque este álbum se publicara antes que el último de Yo La Tengo, se podría enmarcar en esta escuela de pensamiento que viene a decirnos que si andamos sumidos en la desesperanza y la apatía provocadas por este periodo asesino de contrarreforma, y si la música contemporánea no va a saber empujarnos a la revolución, por lo menos puede representar un remanso de paz sanador en el que recargar las pilas para poder afrontar la falta de honestidad e inteligencia que nos rodea. Para ello, las notas limpias herederas de Brian Eno y los drones oxidados beneficiarios de Sonic Boom van reflejándose en un juego pendular de oscilaciones impredecibles capaces de alterar la conciencia y de dejarnos con ganas de más.
Galán es capaz de tirar del nervio más dreamy de la melancolía con un solo acorde para después plantar una sucesión de armonías envueltas en distorsión y dejar al oyente abandonado emocionalmente en otro país. Consigue lo que pretende, y por muy pretenciosa que suene toda esta retahíla de excusas para alabar este disco, no se trata más que de cuarenta minutos escasos de humilde ambient hecho en España con la intención de hacernos disfrutar un poco más de la vida, por muy mal dadas que vengan. Un principio excelente.
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