Lejos quedan los tiempos de Surfin´Bichos, apenas nada les relacionacon ese Chucho ya con aroma a multinacional y, mientras, Mercromina siguen ahí. Alejados del gran público y a un tris de convertirse en una de las más atractivas bandas de nuestro underground particular cuando no lo merecen. Para nada. Los de Joaquín Pascual más bien deberían ser respetados en la medida en que han sido capaces de facturar un par de trabajos -tres si añadimos "Líquidos"- apasionados como pocos, tan surreales en sus textos como distinguidos en sus composiciones. Tal vez su error sea el haber madurado por encima de la media, el rehuir a ese espíritu de adolescencia tontorrona que causa estragos entre los más victoriosos estandartes del pop patrio, el echar mano de pausados arreglos de cuerda en lugar de agarrarse a eficaces estribillos para todos los públicos. El nuestro, el de todos aquellos abiertos al pop nacional, debe ser la pasividad ante sus trabajos, la falta de remordimientos de quienes permitimos que la carrera de Mercromina se desarrolle a media luz, esa estupidez que nos llevará a que, algún día, su nombre quede traspapelado entre los apuntes de aquel que se decida a escribir la verdadera historia de nuestro pop nacional.
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