Si entendemos “18” como la evolución de “Play”, a “Hotel” lo podemos definir como el tercer capítulo de la historia. Aparcando definitivamente (aunque con este hombre nunca se sabe) el acercamiento a otros géneros, Moby redunda de forma incluso más accesible en el filón comercial que parece haber encontrado con sus dos discos anteriores.
Cada vez más cerca de las fórmulas convencionales, la nueva obra del norteamericano se vuelve a refugiar en los territorios de la electrónica más ecléctica, con especial querencia por el downtempo, electro-disco y por algún que otro ejercicio baladístico. No varía mucho, en ese sentido, de lo que ya nos ofreció en “18”. Pero si algo debemos apreciar en el Moby actual es la tranquilidad con la que asume su propio acomodo en la reiteración de recursos, tan fáciles como eficaces.
Él no pretende resultar vanguardista, ni servir como referencia, ni siquiera ser punta de lanza de nada. Él sólo es un vegetariano antibelicista y mesiánico que ha descubierto que nos puede masajear los oídos con sonidos amables, que nos puede facilitar el acceso a paisajes acogedores y se ufana en hacerlo lo mejor posible. Estémosle agradecidos por ello.
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