En los últimos años hemos visto como cantantes que surgían a finales de los sesenta y principios de los setenta están viviendo una segunda juventud, una etapa de madurez con fuerzas y energías renovadas. Algunos de esos ejemplos son los de Rickie Lee Jones, Patti Smith o Nancy Sinatra. Y luego está la incontestable Marianne Faithfull. Ella ya había levantado cabeza durante la década de los noventa con sus constantes revisiones al legado de Kurt Weill, pero fue a partir de editar “Kissin Time” y “Before The Poison” cuando recuperó el pulso. En esos dos discos ya contó con invitados ilustres, pero fue en “Easy Come Easy Go” el momento en el que reunió a toda una serie de amigos músicos que le echaron un cable para grabar aquella absoluta obra maestra. Y justo en el momento en el que parecía improbable que volviera a recolectar una colección de canciones tan redonda, la mujer de hierro lo ha vuelto a hacer. “Horses And High Heels” es el disco en el que recoge todo lo hecho con anterioridad, una cantante soberbia con una voz robusta, armoniosa, pero que sobre todo muy personal. Eso es lo que destilan estas trece canciones, en las que nos enfrentamos a las diversas caras de la artista, desde “The Stations”, un tema que parece que lo cante Mark Lanegan, a la nostalgia de “Why Did We Have To Part”, pasando por la stoniana “No Reason” y la vitalista “Prussian Blue”. Un triunfo. Otro más.
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