Ciudades vacías

Nuevo trabajo de los donostiarras en esta segunda etapa como banda, tras su debut homónimo en 2015. Registrado en los estudios Muir, con Yon Vidaur a los mandos, en este EP de seis canciones, parecen alejarse de los ritmos noventeros más clásicos para buscar un estilo propio y variado, caracterizado por sonidos contundentes y pesados, y con letras oscuras, pero sin renunciar a detalles contemporáneos, que incluso, les acercan por momentos a la electrónica, sin perder en ningún momento su esencia rockera.

El cambio más evidente en Höpper es el del idioma en las canciones, ofreciendo en esta ocasión un trabajo íntegro en castellano, lenguaje que se antoja idóneo para las letras que, a su vez, es uno de los puntos fuertes de “Ciudades vacías”.

El primer tema “Uno+” supone una auténtica declaración de intenciones respecto a lo que proponen en esta segunda vida: pop contemporáneo que, sin embargo, puede recordar a las bandas que en los 80 decidieron dar un nuevo aire a esas melodías, cubriéndolos con elementos electrónicos, teclados y sintetizadores, buscando dar una vuelta de tuerca a un sonido que, tal vez, se había quedado algo anclado. Pero Höpper, sin embargo tampoco rehúyen sus influencias rockeras a la hora de trabajar los riffs de guitarras y las baterías. “Melodía terminal” nos saca de la oscuridad, y con un carácter pop rock sideral, crean un mundo particular en el que vuelcan todas sus inquietudes musicales, sin ponerse ningún límite, antes de sumergirse en el rock más pesado de “Nada”, donde todas y todos los oyentes, deberían poner atención a la letra, como decíamos anteriormente, una de las claves de estas nuevas composiciones.

Cambio de registro con la épica de “Tarde de domingo”, donde mandan los medios tiempos y los conceptos del rock más clásico, que crecen desmesuradamente en los duros estribillos, antes de sumergirnos en la parte más electrónica del EP con “Simplemente” y “Deseo”, más indie la primera, y más oscura la segunda, y que cierran un trabajo muy interesante, sobre todo para apreciar la evolución de una banda que, por suerte, se mantiene vivita y coleando.