A pesar de conocerle por ser miembro fundacional de Niña Polaca, Alberto Rojo (Beto) deja claro desde la puesta de largo de su neófita formación que Hipergéminis es mucho más que un side-project al uso. Con mucha pasión por lo suyo, la banda madrileña (que cierra filas con Kobbe, Samu y Jaime al frente) ha logrado mostrarnos una personalidad propia en tiempo récord, consiguiendo así que nos olvidemos de cualquiera de sus otros vínculos artísticos tan pronto como el eclecticismo diáfano y ambicioso de su debut nos envuelve.
Cada uno de los once golpes de “Hipergéminis Vol.1” (Subterfuge, 25) es una sorpresa nueva y un testimonio manifiesto de que la falta de límites de sus responsables solo puede depararnos el mejor de los presagios. Sin ataduras ni pretensiones y con la libertad creativa que les da tener por delante un camino todavía por andar, la banda abraza a la vez todas sus influencias musicales, por muy en las antípodas que puedan sentirse unas de otras. Solo así, y con el sello en segundo plano de un considerable número de voces invitadas, Beto y los suyos hacen posible un abanico sonoro sin prejuicios y abierto a la experimentación.
Son esos destellos con sabor a ópera-rock setentera (“Entre las nubes”), psicodelia lujuriosa (“Versos rotos”), música disco juguetona (“Dos Vicios”), bossa introspectiva (“Nada Nada”, junto con la argentina Sol Marianela), poesía transoceánica (“Roto, Loco y Solo”, con la también argentina Paula Pazos) y funk lo-fi (“Cicatrices”) lo que nos demuestra la desfronterización nata de su factura. Un acto de naturalidad y desinhibición estética que, unido a la narrativa desprovista y desnuda de su vocalista, hacen de este elepé una deliciosa suma de ingredientes tan capaces de invitarnos a desatar nuestra euforia bailona como nuestro lado más auto-analítico.
Beto no solo logra aquí hacer alarde de un hasta ahora desconocido talento tonal y lírico en el que sus males más personales escapan a golpe de catarsis y fanfarria, sino que también consigue que el disco se sienta colectivo sin desgastar así su marchamo individual. Tanto en singular (con soliloquios ensimismados como “Aislado”) como en cuadrilla (con “Vaya cuadro” junto a Sandra y Magui de Ginebras o “Fuego Lento” con Benoit de Diamante Negro), el estilo único e intransferible de Hipergéminis parece estar llamado a ser una de las grandes sorpresas del año, presto a satisfacer el oído más plural.
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