Pablo Díaz-Reixa "El Guincho" viene demostrando desde hace tiempo que como más cómodo se siente es con el traje de productor, construyendo sonidos más que interpretándolos, aunque esta última parte también forme parte de la ecuación. En “Pop Negro” (2010) cogió un concepto, el de la alta fidelidad y las producciones a todo trapo, para moldearlo a su antojo, y en realidad el punto de partida no cambia demasiado en “HiperAsia”: una idea básica -restar más que sumar- articula el relato, con una arquitectura compleja derivada del propio origen del álbum y unas estructuras que están más cerca de “Alegranza” (2007) de lo que puede parecer en un acercamiento inicial, pero que a su vez se distancian de su obra anterior para buscar algo que se revela no sólo como un boicot, como él mismo ha señalado en distintas entrevistas, sino que adquiere el carácter de desafío.
En esa búsqueda son frecuentes las contradicciones, como el hecho mismo de que estemos ante el trabajo de El Guincho más presuntamente bailable, pero a la vez sea un baile roto, planteado casi en abstracto, con unos cuantos minutos en los que la ‘praxis’ parece ceder ante la teoría. Es un ejercicio de estilo, como lo fue “Pop Negro”, aunque entonces -por la propia naturaleza del proyecto- las canciones se mostraran de forma clara al final del recorrido. En determinados momentos (“Sega”, “DeBugas” o “Muchos Boys”), esa idea de partida pasa por encima de los temas, aunque en una lectura conjunta las canciones sí resisten el envite de su propio autor. A ello contribuye el hecho de que las letras acerquen posiciones mientras la música afronta la confrontación a través de silencios y ritmos secos. No importa demasiado que muestre su peor yo, como ha dicho, o deje de hacerlo, sino que esa ilusión de sinceridad juega a favor de obra: La Mala Rodríguez colabora en “Cómix” pero, más allá de lo coyuntural, El Guincho nunca ha sonado más hip hop que en las rimas de “Pelo Rapado” (“Una cosa en cambio / permanece febril / e impoluta / tu cara de hija de puta”). “Mis Hits” y “Zona Wi-Fi”, que cierran el disco de forma potente, abundan en esa sensación, con un discurso que se articula tirando de autotune, frases que no esperan replica (“Ese chico con suerte absurda / haga lo que haga / lo cambia por cash”; “Lo siento, pero / ahora lo único que quiero / es más dinero”; “Siempre me largo con la guapa de la fiesta”) y múltiples referencias a su vida en Canarias, desde las escenas de “Abdi” -con un final que resulta demasiado abrupto- a “Stena Drillmax”, tomando el nombre de un buque perforador cuya puesta a punto tiene como escenario el puerto de Las Palmas.
“Hiperasia” es un disco que plantea dificultades (el inicio con “Rotu Seco” marca el camino) al tiempo que muestra frescura, elementos tomados del trap y momentos de verdadero brillo antes de la deconstrucción (“Pizza” y ese arranque que remite a The Avalanches). Sin embargo, y más allá de la exigencia o de que podamos hablar de un disco de un productor -y no tanto del de un intérprete o compositor-, la principal barrera que presenta no es esa, sino el peligro de que el muro de funk sintético termine por engullir todo lo demás antes de que el proceso haya culminado. Más que nunca, El Guincho deja la pelota en el tejado del oyente.
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