Kimya Dawson nos quiere y nosotros la queremos a ella. Fue nuestra mitad favorita de los Moldy Peaches, la de la voz de niña a punto de romper a llorar o a reír, la que ha seguido grabando discos que costaban poco y valían un Potosí, la que nos ha enseñado sus alegrías, sus miedos, su desamparo sin escudarse en el peligroso cinismo de una buena canción sino todo lo contrario, tocándonos sin otra arma que su desarmante sinceridad incluso en sus más esqueléticas y quebradizas muestras de amor hacia nosotros.
Porque ella nos quiere y nos trata como los amigos que sentimos que somos. Eso no ha cambiado desde entonces. Si acaso ha crecido como la lista de amigos (entre otros, los suecos Herman Düne, el mismísimo Daniel Johnston o la plana mayor del antifolk, Adam Green incluido) dispuestos a echarle una mano o pasar un rato con ella mientras graba otro disco, esta vez con algo más que un cuatro pistas para el hogar de las más zarrapastrosas ternuras, K Records, donde todos sabíamos que pertenecía en cierto modo, y para quienes ha entregado el mejor de los discos posibles. Porque a pesar de tener medios mejores que en sus tres discos anteriores, “Hidden Vagenda” sigue sonando vital, destartalado, festivo y triste, con grandes momentos como “Blue Like Nevermind” donde parece Tiger Trap con ukelele, la amorosa “You Love Me”, con ese silbido y ese piano que hacen estallar el corazón, o todas las veces que canta sobre la muerte como en un campamento, aparece su familia o habla de lo que vio el otro día en la tele.
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