Teniendo en cuenta que no soy precisamente un fanático de eso que ahora se denomina country cósmico y que todo el mundo parece coincidir en que es heredero del sonido Laurel Canyon, marcado por producciones atmosféricas y voces muy tratadas, y que tampoco soy muy fan de la música instrumental, bendito sea el que me encargó la crítica del nuevo trabajo de los Hermanos Gutiérrez. Quizá es que, informado él, ya sabía que hice lo propio para otra publicación con “El Bueno y el Malo”, su trabajo de 2022. También, como me conoce, puede suponer, a pesar de lo apuntado, que el disco puede gustarme. Y lo hace. No me vuela la cabeza como algunos ya se han apresurado a apuntar, pero vuelve a parecerme, como su predecesor, un buen trabajo. El porqué se resume en que uno no es demasiado radical en sus opiniones, y donde arriba dije digo, unas líneas después puedo decir Diego.
El dúo ecuatoriano-suizo que forman Estevan (sí, con uve) y Alejandro Gutiérrez se han convertido sin duda en el último gran capricho de Dan Auerbach, ya muy presente en su trabajo anterior. Ahora, hay quien incluso llega a hablar de él como el tercer hermano. Yo no me atrevo a tanto. No le quitaría mérito al buen hacer de los Gutiérrez porque me da la impresión de que este disco hubiera salido bien con y sin Auerbach. Ya les he avisado. La cosa va de paisajes instrumentales, muy atmosféricos, con Morricone en el horizonte, pero también con cierta querencia por Tortoise, The Sea And Cake o hasta The Mars Volta o Marc Ribot. Con mucha más presencia de sonidos latinos, desde la cumbia a la salsa, que en “El Bueno y el Malo” no era tan frecuente. Sí en cambio ya estaban allí, y vuelven a hacerlo la música experimental ambiental y algunos retazos de electrónica. Actuaron en Coachella y tras pasar por el Ryman de Nashville y en el Brooklyn Stell de Nueva York, andan de pleno en su gira europea, aunque ya han pasado por España. Así que, si no los viste, toca esperar a la próxima.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.