La extravagancia es un arte, y eso lo saben bien Sparks. El dúo de grande pop de Los Angeles (aunque muchos piensen que son ingleses. El Reino Unido fue la tierra que les encumbró en los setenta) lleva más de tres décadas dando forma a un inimitable y original corpus artístico imposible de copiar. Una manera de hacer las cosas que, dada su extremada personalidad, sólo podía ser imitada en el concepto. Pet Shop Boys fueron los primeros en seguirles la pista. Y en España Astrud han sido los que más se han acercado (en espíritu) al legado de los firmantes de obras tan influyentes del pop sin etiquetas como “Kimono My House” o “Indiscreet”. Ahora que Morrissey y Franz Ferdinand les han recuperado para las nuevas audiencias y para los mass media (ojo no se equivoquen. A Sparks no les han regalado nada. No han parado de sacar discos desde 1971), bueno es juzgar a los norteamericanos por su presente. Y ese presente es “Hello Young Lovers”, otra muestra de su independencia creativa y de su capacidad para crear pequeños mundos (plagados de barrocas orquestaciones, pianos díscolos y textos del más allá) en discos de menos de una hora de duración donde todo es posible. Incluso dedicar una canción a las metáforas (“Metaphor”) sin caer en el más absoluto de los ridículos.
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