Robert Carlos Lange se desmarca del latin power que esgrimía orgulloso en "Private Energy" (2016) y se adentra en el evanescente mundo de los recuerdos de infancia y juventud, algo que en lo sonoro redunda en que necesite menos alzar la voz que seducir desde el susurro. Es decir, ha pasado del cimbreo electrónico de intensidad variable a una suerte de downtempo que, curiosamente (o no tanto, dado que hace unos meses ya giró con él) le emparenta en más de una ocasión al folk sereno de pespuntes electrónicos del último Devendra Banhart. Eso es al menos lo que traslucen “Imagining What To Do”, “Sabana de luz” o “Todo lo que me falta”.
No vayan por eso a creerse que el músico de Miami, de raíces ecuatorianas y afincado en Nueva York, ha desterrado – precisamente en esta época, a vueltas con los muros de la infamia – su conciencia racial y de clase en este sexto álbum: el mismo título del disco es un préstamo de “Girl”, un relato corto que la escritora Jamaica Kincaid (de finales de los setenta) destinó a su hija, orientándola sobre cómo sobrevivir siendo inmigrante y de color en la Norteamérica contemporánea. Pero todo suena más sutil, más etéreo y epidérmico. Más sobrio e impregnado de tonalidades jazz y funk, aunque sin ninguna estridencia. Es una preciosidad de disco, desde luego, al que tan solo cable afearle cierta linealidad.
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