Aunque no sea algo exclusivo de Havalina, seguramente pocos grupos de la escena patria habrán sufrido una disfunción mayor entre calidad atesorada (y derivada, a su vez, en fuerte influencia para compañeros de profesión de diferentes generaciones) y aquella repercusión genérica cosechada en su carrera. La banda capitaneada por Manuel Cabezalí (también reclamado y reputado productor) lleva dos décadas –desde la época en la que todavía se hacían llamar Havalina Blu– publicando discos repartidos entre notables y excelentes, obcecada en materializar una obra de apariencia sólida y fondo ampliamente inquietante.
Una temática ahora virada en torno a una vuelta de tuerca adicional, necesaria para concretar las pronunciadas especificidades que presiden ‘Maquinaria’, oda industrial que, de uno u otro modo apunta a futurismo, lujuria, ciencia ficción y distopía. La continuación del ya lejano ‘Muerdesombra’ (Ernie, 17) se nutre en su inmensa mayoría de piezas de aspecto post-punk, con consabidos ecos a The Cure, los Depeche Mode más ensombrecidos, Echo & The Bunnymen, los primeros U2 o Killing Joke, pero sin renunciar tampoco a la bis americana de grupos como Smashing Pumkins, The Afghan Whigs, A Perfect Circle e incluso los Nine Inch Nails menos electrónicos. Una secuencia que sugiere, a su paso, cierto espectro cinematográfico (con la sombra de John Carpenter insinuándose a tramos) por lo descriptivo e intenso del bloque.
La riqueza sonora con la que trabaja el trío se impone como elemento destacado del lanzamiento, mientras que la visión estratosférica de Cabezalí, cuando se trata de manejar y colocar elementos en una composición, resulta palpable en piezas tan destacadas como esa que da título a la referencia, “Robótica”, “Salmo destrucción” (y sus sintetizadores ochenteros), los singles “Actitud” y “Deconstrucción”, o “Circuito cerrado”. ‘Maquinaria’ relaja asfixia en su último tramo, rematando a cambio el pasaje con necesarias y bien parecidas escenas reflexivas del tipo de “Himno Nº 9”, “La palabra” (con la colaboración vocal de Nieves Lázaro) y, sobre todo, los ocho minutos de “Naciente” como esperanzador e impecable final.
Con los (siempre añorados y, de paso, nunca suficientemente valorados) Nudozurdo de Leo Mateos desaparecidos, Havalina se erigen –y ‘Maquinaria’ no es sino la enésima prueba de ello– como aspirantes en solitario al título de banda de culto dentro de sus propias coordenadas, además de lucir como supervivientes impertérritos ante el paso de las modas. Un proyecto que, desde su atormentada oscuridad latente, continúa dejando títulos tan incontestables y turbadores como resulta ser la presente entrega, apurando unas obsesiones a las que el combo se mantiene fiel mientras hurga en busca de un nuevo impacto.
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