Fine Line
DiscosHarry Styles

Fine Line

8 / 10
Pablo Tocino — 14-01-2020
Empresa — Erskine / Columbia Records
Género — Pop

Quién me iba a decir hace unos años que iba a poner un disco de “uno de One Direction” en mi top de lo mejor del año pasado. Son prejuicios, claro, pero siempre los prejuicios incluyen una pequeña base de realidad... y la realidad es que, más allá del fandom de la boy band inglesa, pocos daban un duro por la carrera en solitario de Harry Styles y por su credibilidad como artista. Quizás por eso, en su debut se apreciaban buenas ideas y un chico al que “seguir la pista”, pero también un aura de “trying too hard” que puede entenderse en un intento de Styles por desmarcarse de todos esos prejuicios.

En “Fine Line” el propio artista confiesa haberse liberado, y no podría haber tomado una decisión mejor. Que Styles nos haya entregado ahora un disco pop hecho con tanto mimo y a la vez tan disfrutable, o que le de por versionar “Juice” de Lizzo, o incluso la propia estética de esta era, no sorprende tanto si tenemos en cuenta los propios gustos del británico y de su equipo, presentes incluso en detalles como sus teloneras de la gira anterior (Warpaint y Kacey Musgraves pero también Mabel). En “Fine Line” se rodea del Rey Midas Greg Kurstin (Katy Perry, Adele, Sia), y también de Jeff Bhasker (que viene de trabajar con Lykke Li), Kid Harpoon (Years & Years, Florence) o Tyler Johnston (Miley, Sam Smith), y con la ayuda de ellos ha tratado de darle forma a un disco “sobre tener sexo y sentirse triste” (Bhasker le habrá puesto en contacto con Lykke Li), algo que se ve de forma explícita (“spreading you open is the only way of knowing you”, llega a decir) y también de forma más velada, reflejada en temas sobre su reciente ruptura o sobre sus inseguridades y su tentación por dejarse llevar y liberarse, probablemente el mayor leit-motiv del disco.

Con un par, sus tres hits (“Adore You”, “Lights Up” y “Watermelon Sugar”) se despachan seguidas casi al empezar. Pero esto no le pesa a “Fine Line”, porque está lleno de joyitas como la inmediatamente posterior “Cherry”, que puede gustar a fans de Sufjan Stevens (de nuevo, otra cosa que uno no esperaría decir hace unos años de Styles), o la delicada construcción de “Fine Line”, que cierra de manera magistral el álbum (recordando a “Bloom” de Troye Sivan, por poner un ejemplo reciente y similar) o los coqueteos con la psicodelia de “Sunflower vol. 6” y de la estupenda “She”, o el pop folkie de “Canyon Moon”, que nos recuerda a Fleetwood Mac (no es de extrañar que Stevie Nicks haya expresado su amor por esta canción). De nuevo, una referencia que a algunos podrá parecer sacrilegio, pero que no deja de ser cierta, y que se puede ampliar a fans de Vampire Weekend.

En conclusión, “Fine Line” no es un álbum que invente la pólvora, pero es un notable trabajo que desprende tanto delicadeza en sus guiños y referencias como honestidad y que, ahora sí, nos confirma a Harry Styles no como a alguien a quien “seguir la pista” por si más tarde hace un discazo, sino como a alguien que ya es capaz de hacerlo.

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