“Soy un ave, soy un ave…/perdí mis dos brazos/pero me brotaron alas y allá voy/a conocer las entrañas de todo lo desconocido”. Con estos versos arranca el último disco de los navarros, probablemente el más emotivo y variado de su carrera. La declaración de principios no es fortuita. Superado el duro momento vivido en la etapa que desembocó en el más punk y combativo “Payola”, el grupo se descuelga con una obra que, sin dejar de lado la beligerancia sonora y letrística, no apunta tanto a la sociedad y al entorno, sino que mira sin miedo al interior y a las emociones más profundas. Desde la necesidad de recordar siempre la esencia de uno mismo en la citada “Sugea Suge” (“a saber cuál será mañana mi nuevo caparazón/lo importante es el interior”), pasando por el aprendizaje vital y la pérdida que conlleva cada elección (“FAQ”). Pese a lo que pueda parecer, “Haria”, grabado junto a Ross Robinson frente a las soleadas playas de Los Ángeles, es, por encima de todo, un disco tremendamente optimista, potente y pasional, poético y con nervio, luminoso y valiente como pocos. Los cada vez más certeros versos de Gorka Urbizu –inspirados, en “Makuluak”, en un poema de Bertolt Brecht- conviven con riffs metálicos bien engrasados (en “Lepokoak” recuerdan a At The Gates). Galder Izaguirre y David González mantienen la maquinaria a pleno rendimiento –incluso hallamos por ahí algunos blastbeats- y el conjunto se beneficia de capas y ambientes sublimados en la bella “Iraila”. Como cantan en “Harra”, cercana en lo musical a QOTSA, aquí está de nuevo/gana velocidad en mis venas/anida en mi alma”. La música. La vida. El mejor disco de Berri Txarrak.
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