Respeto para Oneida: estaban ahí antes que nadie y posiblemente lo sigan estando cuando todo esto del nuevo rock derive en el nuevo tecno, el nuevo pop o dios sabe qué maniobra de reciclaje marketiniano. De hecho, tiene algo de ridículo relacionar a los Oneida con cualquier movimiento que tenga a las guitarras como eje central cuando a día de hoy su mayor activo son los teclados. Los neoyorquinos no dejan de dar pasitos al frente, y si arrancaron su carrera como una peculiar banda de revivalistas molestos y aguerridos del legado de Blue Cheer para moverse posteriormente en pos de un art-rock más urgente y experimental, en su octavo álbum se cuelan puntualmente unas gotas de lisergia prog (“Distress”, “Reckoning” y “Busy Little Bee” y una sutileza impentable antaño (con su ritmo de bossa nova “The Misfit” podrían firmarla The Sea & Cake). Aunque todavía hay espacio para los Oneida de antaño –“Up With People” o Black Sabbath haciendo versiones de Steve Reich- “Happy New Year” parece un álbum bisagra que apunta hacia una nueva etapa para el trío de Nueva York.
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