Bien sabe Graham Coxon que no se puede vivir de dar la brasa. Reflexionar un poco y empezar a tomarse de nuevo en serio era lo mejor que podía hacer, y a eso parece finalmente dispuesto, aunque sólo sea para quitarse de encima el sambenito de estrellón autocomplaciente. Entre sus posibilidades había algo más que trasnochados experimentos de pop-guitar-hero de baja fidelidad, algo más que ruidos y antipáticos pedazos inconexos. Había canciones estimables -menos de doce en cualquier caso- e ideas suficientes como para imponer un poco de sentido común inglés entre tanto homenaje reiterado al indie americano y al freak-punk.
Manda el pop de nuevo, en definitiva, en la carrera de Coxon, que en realidad tampoco tenía muchas otras salidas que no fuesen echar mano de un buen productor (Stephen Street) y volver a mirar atrás sin ira. “Don´t Be A Stranger” o “Bottom Bunk” estarían entre lo que Blur mejor sabían hacer, “Bittersweet Bundle Of Misery” o “Hopeless Friend” suenan a intento de casar a Blur con Pavement, versión 2.0, y “Freakin´ Out” venera sin rubor la onda de D.L.Byron, Rich Kids o The Romantics. Coxon pone los pies en el suelo y, aunque no es como para besárselos, por lo menos sí se puede archivar “Happiness In Magazines” con los discos de verdad. Los que se escuchan más de una vez.
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