Manual de Fotografía

Austero pero frondoso. Conjugado en primera persona, pero sin sermones. Intimista pero en absoluto pretencioso. Sencillo pero a la vez corpóreo. Luminoso, como su propio título, pero en modo alguno convencional ni presto a lecturas únicas. Se pueden trazar más contraposiciones, pero ninguna de ellas le hace justicia del todo a un cancionero sin el cual el panorama independiente de este país sería (aún) más gris. Mirando a ambos lados del charco, con cada arreglo en su sitio exacto y con un puñado de colaboraciones (Blanca y Tuixén de Les Sueques, Julio Bustamante y Montse Azorín, Nacho Vegas) que nunca restan protagonismo ni ejundia al trazo indeleble de su creador, el barcelonés se supera a sí mismo (de nuevo con Cristan Pallejà y Ferran Resines a los controles, ahondando en la senda abierta en “Deletrea”, de 2014) en un trabajo de catalogación libre y mucha altura de vuelo.

Moldeando sonidos concisos, de muy diversa extracción, y modulando su voz en un tono deliberadamente neutro, Hans Laguna transita a años luz del noise rock conceptual de discos como “Oteiza” (2013) en algo que podría ser perfectamente un delineado ejercicio de estilo, si no fuera porque hace bandera -precisamente- de la ausencia total de estilo: ¿Psicodelia deshuesada? ¿Arrumacos de cumbia bastarda? ¿Folk espectral? ¿Ecos de western fronterizo? Todas las piezas que propone “Manual de Fotografía” encajan, impulsadas por un ritmo arrastrado y una economía de medios de la que saca petróleo. Este este un disco con el que podría demandar ingreso, si fuera el caso, en ese club de sagaces exploradores en busca de nuevas alquimias con sello autoral del que forman parte Joaquín Pascual o Nacho Umbert, por solo poner un par de ejemplos. Un trabajo de esos en los que es más importante el trayecto que la meta, aún por atisbar. “Escapar, huir de aquí, emprender un viaje, no saber a dónde ir, sin equipaje, y regresar a casa, para verla como por primera vez”, canta en “Por primera vez”. Y es tal cual.