Es impresionante la frescura que destila el debut en largo de Ben y Charles, este dúo dinámico casi imberbe (apenas superan la veintena) del pop belga, de incontestable sesgo británico en sus melodías y arreglos.
Sin apenas background (tan sólo un Ep les precede, el homónimo del pasado año), las “manos manchadas de tinta” de The Tellers tienen el descaro vodevilesco del mejor Pete Doherty, una precoz inclinación por dar con la melodía de efecto instantáneo y la ingenuidad de las cosas paridas a bote pronto. Y, sobre todo, la capacidad de pulsar la tecla adecuada, de dar con ese pequeño detalle que hace de una canción algo especial, ya sea un sutil punteo de guitarra, unas notas de harmónica, un inesperado cambio de ritmo o un giro vocal fiero o pleno de ternura. Es innegable que a veces sus pespuntes son demasiado visibles: el inicio a lo Arctic Monkeys de temas como “Hugo” o el crapulismo a lo Libertines de gran parte de su minutaje son de manual. Pero ello no es óbice para admitir que, quizá si hubieran echado mano de una conveniente tijera (dieciséis temas: su control de calidad no repara en esas minucias), este hubiera sido uno de los debuts, junto al de Jack Peñate, más desenfadadamente adictivos de lo que llevamos de año.
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