Hamilton Leithauser, vocalista de la banda de Nueva York The Walkmen, lanzó su primer disco en solitario allá por 2014. Le siguió en 2016 un trabajo conjunto con el ex guitarrista de Vampire Weekend Rostam Batmanglij, también arropado por las buenas críticas. Puede decirse, por lo tanto, que este álbum es realmente su segundo trabajo en solitario. Y no puede ser más literal, porque Leithauser se ha encargado de grabarlo él mismo en su estudio de Nueva York, así como de tocar casi todos los instrumentos. Los resultados mayormente estimulantes demuestran lo bien que se le da un oficio muchas veces esquivo con los artistas metidos en labores técnicas. Su familia, por cierto, también participa en la parte vocal, lo cual no hace sino acrecentar la calidez humana que persigue.
En lo temático, Leithauser habla de diversas y variopintas personas reales que han pasado por su vida: de un amigo malogrado aspirante a cantante de rock a una emigrante polaca maltratada por su marido. Y lo hace dando importancia predominante a una interpretación vocal naturalista tan deudora del crooner elegante y a corazón abierto como de las influyentes escuelas de Paul Simon y David Byrne. Instrumentalmente, arropa las canciones con gusto y amplitud de miras. Cierto que la sombra de Simon vía Vampire Weekend resulta a veces palmaria (“Don't Check The Score”, “Cross-Sound Ferry”), pero el artista se despega del mimetismo ramplón con canciones redondas de indie cálido: del country pop de “Isabella” o “Here They Come” a la estupenda melodía vocal y el ritmo de “Stars & Rats”, los aires cincuentas de “The Stars Of Tomorrow” y el final con el coro familiar de “The Old King”. Un disco bonito en el mejor sentido de la palabra.
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