La última vez que experimenté lo que era vivir un concierto masivo desde una pista abarrotada de gente de pie y sin distancia fue el 6 de febrero de 2020 en un WiZink Center lleno para ver en directo a Halsey. La artista estadounidense comenzaba en Madrid la gira mundial de presentación de “Manic”, su último disco por aquel entonces. Nadie de los que nos encontrábamos allí podía imaginarse lo que ocurriría tan solo un mes después, y mucho menos Halsey y su equipo, quienes se encontraban en una etapa muy clave que les llevaría por varios países. Con toda la gira cancelada y de vuelta a casa, Halsey se ha tomado este año y medio de parón en la elaboración del que ahora es su cuarto álbum. Lleva por título “If I Can't Have Love, I Want Power” y con él pretende cortar cabezas.
Ella misma lo ha descrito como “un álbum conceptual sobre las alegrías y los horrores del embarazo y el parto”. La autora de “New Americana” daba a luz a su primer hijo hace escasas semanas, motivo más que suficiente para revolucionar su vida y desencadenar un proceso creativo. Si bien con “Manic” nos hablaba de los diferentes episodios que atraviesa una persona con un trastorno bipolar, en este nuevo trabajo Halsey nos descubre las luces y sombras de la maternidad. No solo en lo que tiene que ver con ser la progenitora de su criatura, sino también con el ser madre a ojos de la sociedad. Un jardín lleno de flores y aromas, pero con matojos sin cortar y agua estancada. Así lo transmite con un primer vistazo la portada, en la que vemos a Halsey con un bebé en brazos y sentada en un trono, inspirándose en la figura de la Virgen y contraponiéndola, en sus palabras, a la de “la puta”. El disco viene acompañado de una película dirigida por Colin Tilley en la que se pone imagen a las canciones, desarrollando esta idea.
Un mensaje que por sí mismo ya se lee entre líneas a través de los trece temas que componen este “If I Can't Have Love, I Want Power”, producido por Trent Reznor y Atticus Ross, de Nine Inch Nails. El sonido de Halsey es pop de naturaleza, pero con este trabajo se ha atrevido a experimentar y profundizar en otros paisajes sonoros, confesando incluso que este es el disco que siempre había querido hacer. Se presenta sin single previo y en un contexto bastante hostil para irse de gira, una declaración total de intenciones por parte de un artista mainstream como Halsey. El resultado es, desde luego, arriesgado, pero acertado. Convenciendo con esta nueva propuesta artística sin dar pasos en falso en la difícil tarea de publicar un cuarto disco con tan solo veintiséis años.
“If I Can't Have Love, I Want Power” esconde muchas pequeñas joyas que se van descubriendo conforme se escucha el disco varias veces. Siendo fiel al formato álbum, Halsey une melódicamente varias canciones de la primera parte del tracklist, desvelando sus mejores cartas ahí y, por lo tanto, dejando algo más desatendida la segunda mitad. Las guitarras eléctricas y el mood de rockstar siempre han rodeado a Halsey, pero es aquí cuando consigue sonar tanto a Evanescence (“1121”) como a Paramore (“Easier Than Lying”), dentro de unos parámetros pop (“I’m not a woman, I’m a god”) sin despeinarse. Con esta mezcla de estilos será difícil no desear volver a aquel WiZink Center de febrero de 2020 para experimentar el disco en directo.
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