Hail To The Thief

Es lo que tiene la popularidad. Que incluso antes de que vuestro nuevo disco salga a la calle todo el mundo anda de un lado para otro opinando sobre vuestras nuevas canciones, juzgando un disco que quizás hayáis completado sin pensar en nadie más que en el grupo. Eso es lo que tiene que tus discos funcionen incluso cuando sacan las uñas, que puedes hacer lo que te apetezca sin preocuparte demasiado por rendir cuentas. Y es que en 2003 da la impresión de que Radiohead no pretenden sorprender a nadie con esta nueva aventura discográfica. De hecho tampoco lo habrían conseguido con "Hail To The Thief".

Veamos. Diría que, hasta ahora, cada nuevo disco de los británicos había aportado novedades, virado hacia lugares inhóspitos, intentando equilibrar experimentación y canciones (sobre todo en "Kid A" y "Amnesiac"), gracias a lo cual pocos dudan a estas alturas de la entereza e integridad de los de Thom Yorke.

Pero con sus catorce nuevas canciones no hacen sino proyectar su creatividad en una línea similar a la de algunos de sus trabajos anteriores. Menos electrónico (excepto en "Backdrifts", con su inicio y sus percusiones digitales, y "The Gloaming", una de las piezas más abstractas del conjunto) y más centrado en el concepto de canción, estamos ante un álbum en el que las ideas funcionan sin necesidad de romper esquemas.

Y se lo digo porque funcionar es precisamente lo que consiguen "2 + 2= 5", el excelente inicio, "Sit Down. Stand Up", con su rítmico crescendo final, o esa "We Suck Young Blood", pieza ideal para acompañar oscuros cuentos de duendes y hadas.

Aún así, "Hail To The Thief" posiblemente sea su segundo o tercer peor disco.