El trío ubetense –con centro de operaciones en la Granada musical– sigue sin desviarse de la ruta del blues pantanoso, eléctrico, hipnótico, agreste y en descomposición, con el desparpajo lúbrico del rock and roll más primitivo y ese punto de gamberrismo –casi nunca repetido desde Los Coyotes– cuando Perico de Dios Barceló canta en castellano. Por el camino, la consagración de un directo que ha cuajado en Estados Unidos a lo largo de varias visitas y grabaciones con el mayúsculo armonicista Walter Daniels –componente de los añorados Oblivians, que colabora en el álbum–.
A diferencia de cualquier grupo de palo, Guadalupe Plata retuercen el viejo patrón para llegar a un territorio propio y muy estimulante. Ahí donde el trance de slides mefistofélicos convive con los bombos de la Semana Santa del pueblo (“Voy caminando”, “Santo entierro”). Grabado en directo en el estudio de Ryan Anderson, en Austin, el tercer homónimo gana en empaque sonoro: del barreño grave al bajo ondulante de “Rezando”. Y revisita clásicos propios como “Oh My Bey” o “Jesús está llorando”. En estado de gracia.
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