Cuando un tipo tan inquieto, interesante y, sobre todo, tremendamente imaginativo como Gruff Rhys publica un disco en el que (a su manera y por momentos) parece madurar creativamente, el resultado sólo puede ser fascinante y venir dotado de buen gusto. Entre un sinfín de proyectos que incluyen exposiciones, óperas y bandas sonoras, el galés encuentra tiempo para ofrecer su particular respuesta ante el actual entorno social, político, económico y tecnológico. Una réplica palpable en las letras de una decena de canciones en las que, cuando se trata de la instrumentación, el cantante de Super Furry Animals incide en las preferencias habituales.
“Babelsberg” (Rough Trade, 18) está formado por composiciones que no son sino paisajes coloridos y piezas de pop glorioso y rico en elaboración y detalles, en contraste logrado con la cruda narrativa que albergan. Son canciones como el trío inicial formado por “Frontier Man”, “The Club” y “Oh Dear!”, además de “Negative Vibes”, “Limited Edition Heart”, o el cierre perfecto que supone “Selfies In The Sunset”. Todas ellas (y sus compañeras) cuentan con generosos arreglos orquestales, y son ambiciosas y algo barrocas (incluso en ocasiones el autor se acerca al estilo de Neil Hannon de The Divine Comedy). Piezas que también incluyen preciosos acompañamientos vocales femeninos, aires clásicos, singles pegadizos, o incuso acercamientos al perfil de crooner por parte del vocalista. Y todo sin llegar a perder de vista sus especificidades y el gusto por el jugueteo sonoro, algo de humor y un delicioso punto de excentricidad.
Ya con entregas tan notables como “Candylion” (Rough Trade, 07), “Hotel Shampoo” (Turnstile, 11) y “American Interior” (Turnstile, 14) Gruff Rhys había demostrado su talento e inacabables recursos para permanecer en constante movimiento y afrontando movimientos inéditos. Pero el quinto álbum en solitario (y al uso) del músico supera a los antecesores, y se manifiesta como una obra con muchísima miga. En todos sus aspectos de hecho, además de desprender esplendor y contagiar de toda la inspiración que parece haber motivado su propio alumbramiento.
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