Dice Greg Dulli que este es en realidad su primer disco en solitario, aunque ya editó a su nombre "Amber Headlights" (05) hace quince años. Ocurre que aquel álbum llegó prácticamente por la puerta de atrás, interrumpido en su gestación por "Blackberry Belle" (03) de Twilight Singers, un disco mucho más consistente –sea dicho de paso– al que dio prioridad por aquello de escenificar el súbito duelo por su amigo el cineasta Ted Demme, director de (entre otras) aquella "Beautiful Girls" (96).
Curiosamente (o no), esta nueva colección de canciones llega también marcada por el luto, en este caso por David Rossner, guitarrista de los Whigs que también había acompañado a Dulli en su última gira por nuestro país, en febrero de 2016, al que un cáncer de colon se llevó en solo unos meses. En cualquier caso, "Random Desire" prolonga su excepcional estado de forma, su acreditada segunda juventud, ratificando un modus operandi que no cambia en esencia respecto al de las dos últimas soberbias entregas de Afghan Whigs, más allá de que el piano sea aquí quien cobra primacía en detrimento de las dentelladas guitarreras, de que algunos cortes exhiban un colchón más sintético de lo acostumbrado o de que su voz suene algo cascada ya, ajada por el tiempo.
Hay singles de efecto fulminante como "Pantomima", serpenteantes medios tiempos que, como "Sempre" o "The Tide", entran en ebullición de esa forma que sólo él sabe activar, con la pasión desbordada del soul y del rock flamígero, sigilosas baladas del averno que magnetizan como "Marry Me" y emocionantes crescendos pianísticos como "Scorpio" o "Black Moon". Y aunque hay presencia puntual de algunos secuaces habituales, Greg Dulli se lo guisa y se lo come prácticamente todo él solito para evocar a su manera, salvando cualquier distancia posible, a grandes genios del estudio como Prince o Todd Rundgren y regalarnos así una obra tan completa que es como su cosmovisión particular del rock, un álbum que podemos colocar en el mismo estante que las cumbres de los Whigs sin sentir que es un desvaído apéndice. Su tintero no se agota, su pulso tampoco titubea.
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