Los canadienses, comandados por las excelentes prestaciones vocales de su líder y máximo compositor Tony Dekker, son unos ases a la hora de situarse en esa zona de confort en la que todo suena como ha de sonar, sin estridencias, con elegancia, pero sin provocar tampoco estremecimiento alguno.
Una amabilidad hecha música que no resulta infecciosa ni te cambia la vida, pero que se puede instalar en tu reproductor con la certeza de que el nivel va a estar a la altura de lo esperado. Ni te sacuden, ni te convencen, tan solo se dejan oír con la tranquilidad y calma con la que se desplazan las pesadas aguas de un caudaloso río poco antes de desembocar en el mar. Un fluir de canciones reposadas que aspiran a ser bellas, y que pocas veces son sacudidas con un tema algo más movido, como es el caso de un “One More Change At The Red Cape” que recuerda a REM por los cuatro costados.
Con todo nos hallamos ante un grupo cuya corrección tan absoluta, acaba por matar el evidente sello de autor que si encontramos en otros francotiradores como Mark Kozelek, Will Oldham o Eef Barzelay.
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