El nuevo disco del trío madrileño de calcetines rojos y cordones desatados reúne una serie de grabaciones realizadas espaciadamente entre 2006 y 2009 en el estudio que Javier Ortiz (Decapante) regenta en Rivas. El dato llama la atención, y lo hace para bien, ya que la cohesión del álbum no se ve comprometida en ningún momento y la media hora que va desde la simpática “Penique” hasta los últimos acordes de la narcotizante “Perromono” pasa como un rodillo en el que todo va de la mano. Todo es mejor en Rosvita, un grupo que marca su propio ritmo (tres discos en diez años, dos de ellos autoeditados) y sólo necesita parecerse a sí mismo: la estupenda voz de Manolo Campos, una instrumentación tan excesiva como oxigenante y unas letras que oscilan entre lo absurdo y lo genial (“En el curro el trabajo me amontona” o “Dios devora precoz, no lo olvides fugaz”). Diez canciones, cuatro de ellas instrumentales (ojo a la turmix psicodélica de “El Lavalava”), que deberían ayudar a aumentar la exposición de este grupo extraño y necesario.
Me compré el disco hace 7 días. Al principio no me gusto nada, ahora no puedo parar de oirlo. Geniales