A la noticia de por sí ilusionante que anunciaba la publicación de un nuevo disco de Grandaddy diez años después de su anterior entrega, “Just Like The Fambly Cat” (V2, 06), hay que sumar la euforia derivada del hecho de que finalmente el álbum mantenga toda la magia y especificidades del grupo. Y es que “Last Place” (Century, 17) es precisamente eso: un trabajo sellado con la inconfundible impronta de una de las formaciones más evocadoras surgidas en los noventa, que además incluye doce canciones especialmente inspiradas y arrebatadoras.
En realidad la sorpresa debería ser relativa, si atendemos a la interesante carrera trazada en solitario por el vocalista Jason Lytle, concretada en dos discos tan notables como “Yours Truly, The Commuter” (Anti-, 09) y “Dept. Of Disappearance” (Anti-, 12). En cualquier caso, la (re)unión del quinteto a su paso por el estudio se traduce en un álbum exquisito, donde los pasajes ensoñadores consiguen que el oyente flote a través de los trucos habituales. Un viaje de ligerísimas coordenadas psicodélicas y desarrollos imaginativos y jugosos, con generosa presencia de los teclados siempre al servicio de ese pop distinguido y orgánico amparado por sólidas estructuras. Es la consecuencia de una retahíla de temas intachable y coherente que atrapa en la inicial “Way We Won’t” y no cesa en su empeño hasta la definitiva (y semi-acústica) “Songbird Son”. Por el camino quedan otros cortes brillantes y cargados de nostálgica luminosidad como “The Boat Is In The Barn”, “I Don't Wanna Live Here Anymore”, “This Is The Part” o el acelerón de “Chek Injin”.
Parece que el tiempo se haya detenido para Grandaddy, y la banda entrega otra obra elegante y al margen de modas, empapada en la dosis justa de épica y dotada con su propia y reconocible personalidad. Una referencia que se sitúa justo detrás del intachable “The Sophtware Slump” (V2, 00), y luce así poderosamente como una de las más redondas y atractivas de los californianos.
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