De la misma forma que buena parte del rap que vemos por la MTV ha dejado de ser hip hop, de Kanye West deberíamos empezar a hablar como de un artista pop. Eso no quita legitimidad a su música. De hecho, puede que estemos ante una de las figuras más relevantes del pop contemporáneo, uno de esos genios capaces de sumar calidad y éxito comercial, pero “Graduation” es la prueba de que el objetivo de Chicago ha sido desde siempre un crossover tan pintoresco como sus sweaters.
Y eso es, precisamente, su tercer álbum, puede que el más colorista de sus trabajos ya desde la misma portada (obra de Takashi Murakami), pasando por el peso de los sintetizadores y las influencias europeas de las producciones, con parada especial en “Stronger”, donde fagocita con el talonario por delante a Daft Punk y listos (también hay samples de Michael Jackson, Steely Dan, Laura Nyro, Mountain, Public Enemy e incluso Can), además de colaboraciones de Chris Martin, Timbaland, Mos Def y Lil Wayne. Con el nuevo envoltorio incluso “You Can´t Tell Me Nothing”, avanzada en el mixtape del mismo nombre, suena menos oscura, y allí están “I Wonder” y “Good Life” sonriendo satisfechas. Hay introspección, aunque no tanta como en sus anteriores trabajos, pero sobre todo complacencia. West se sabe en la cima del mundo, tanto como para que la estúpida competición con 50 Cent y su “Curtis” resultara del todo ridícula. Estamos hablando de un maestro en hacer música al alcance todos los públicos, un productor de ojo privilegiado y un letrista aceptable por muy mediocre que sea rapeando. Y en el fondo nunca ha pretendido dárselas de callejero y de hecho lo deja claro en muchas de las rimas de “Graduation”. Así que allí lo tienen, sí: quizás se hayan exagerado mucho sus virtudes, pero no cabe duda que West es una figura clave en la música popular de hoy día. Eso nadie puede discutírselo. Y mejor que reine Kanye que Britney.
You've got it in one. Co'nldut have put it better.