Continúan los escoceses aportando algo más que granitos de arena para que la escena británica siga creciendo. Habrá quienes conozcan ya al cuarteto de Glasgow Glasvegas por sus singles o porque formaron parte de la selección de artistas de la pasada edición del Summercase. Bien, pues ahora tenemos ya entre manos su primer larga duración y podemos afirmar que, en estudio, hay madera. Producido por su vocalista y principal compositor, James Allan, con ayuda de Rick Costey (Franz Ferdinand, Interpol), “Glasvegas” descubre todas las caras de una fórmula que sorprende por su sencillez y al mismo tiempo por su eficacia. Allan y sus compañeros, vestidos de negro riguroso y con marcados tupés, tejen un sonido de guitarras infinitas situadas en algún lugar entre My Bloody Valentine y Editors, para desplegar sobre ellas todos los trucos y logros melódicos de los girl groups de los años sesenta y de las producciones de Phil Spector (no en vano versionaron el clásico “Be My Baby” en una de sus primeras caras B). Eso sí, Glasvegas suenan épicos, excesivos y oscuros (como sus letras, aunque nunca abandonen un cierto tono esperanzado), ideales para fans de los ya citados Editors o Interpol, pero con esa combinación estilística que les distancia de otras formaciones y que sorprende precisamente por no haberse explotado antes de la misma forma. Como debut, “Glasvegas” es un disco más que sólido, con algunas grandes canciones (“Daddy’s Gone”, “Flowers & Football Tops”, “Geraldine” o “It’s My Own Cheating Heart That Makes Me Cry”) y algún patinazo (cimentar “Stabbed” sobre la “Sonata para piano nº 14” de Beethoven tiene delito, aunque el resultado no esté del todo mal), pero no una obra perfecta. Veremos si los escoceses llegar a completar una en el futuro. De momento no andan por mal camino.
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