Mark Kozelek acaba de completar el mejor álbum posible para reencontrarse con sus constantes vitales sin tener que añorar a Red House Painters. Puede que la esencia sea prácticamente la misma, pero algunos indicios ya avisaron (aquel álbum de versiones casi irreconocibles de AC/DC) de que las formas estaban cambiando.
Con Anthony Koutsos (batería de RHP) y Tim Mooney (integrante de American Music Club) en la nómina de colaboradores, el californiano revela un bienvenido cariz esperanzado sin abandonar la fidelidad a su patrón estilístico de siempre. La plácida “Gentle Moon”, el alegre punteo que enmarca el estribillo de “Carry Me Ohio”, el empuje rockero de “Lily And Parrots”, el grácil instrumental “Sí, Paloma” o esa recreación del espíritu del Neil Young más eléctrico que es “Salvador Sánchez” certifican que Kozelek no ha cambiado el tempo de sus composiciones (ahí están los catorce minutos de Duk Koo Kim para demostrarlo), pero sí ha aligerado su contenido para dotarlas de un dinamismo que le viene de perlas. Parapetado tras nombres de boxeadores coreanos e incluso algún guitarrista de Judas Priest (“Glenn Tipton”), su vuelta nos lo muestra aún en plena forma y con renovados bríos. Gran noticia.
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