Una vez más Opeth van mucho más allá, más allá de todo lo compuesto por otras bandas e incluso por ellos mismos. En esta nueva obra han reunido todo lo que nos hizo disfrutar en sus dos anteriores trabajos (“Damnation” y “Deliverance”), aunque dándole muchas más vueltas. Estamos ante su octavo disco y el primero con Roadrunner, y siguen sin dejar de construir nuevos ambientes y dimensiones que los teclados de Per Wiverg ayudar a decorar.
El aura mágica y de tristeza ha sido una máxima de cada uno de los trabajos del grupo, aunque nunca con la fuerza y profundidad de “Ghost Reveries”. Su virtuosismo aumenta día tras día y su sonido bascula entre el clasicismo y la innovación, entre el death metal y el progresivo; resumiendo, Opeth vuelven a sonar de nuevo a ellos mismos. Lo demuestran sus temas (la melancolía de “Beneath The Mire”, el sinfonismo de “Atonement”, los aires medievales de “Hours Of Wealth” o la calidez sinfónica de “Isolation Years) y sobre todo sus melodías increíbles, sus ideas innovadoras y esa precisión instrumental tan precisa e imposible que les lleva a superar fronteras sin esfuerzos. Un disco perfecto de principio a fin.
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