La deriva que ha tomado Sam Beam, líder de Iron & Wine, no debería ser una sorpresa. Todo lo que ofrece en cuanto a arreglos este nuevo trabajo del estadounidense, ya se apuntaba en su anterior disco “Kiss Each Other Clean”. Lo que sí resulta sorprendente es el enorme salto que ha dado en cuanto a sonoridad , rodeándose de un elenco de músicos veteranos curtidos con primeras espadas como Bob Dylan, John Zorn, Emmylou Harris, Paul Simon o Tom Waits. Solo hay que escuchar la rocosa línea de bajo de Tony Garnier en un tema tan maravilloso como “Singers Ant The Endless Song” o el golpeteo jazz de Brian Blade en la enigmática “Lovers’ Revolution” para darte cuenta de que te encuentras ante algo muy serio. Lo más serio que este artista de inicios folkies y minimalistas ha perpetrado en su vida. Pero la elegancia, la majestuosidad de lo alcanzado con la ayuda a la producción de un compañero habitual como Brian, no tendría el mismo sentido sin canciones con mayúsculas. Ese era el reto del autor: dotar de contenido a una forma impoluta. Algo que ha conseguido gracias a temas como la enigmática y sinuosa “Low Light Buddy Of Mine” o el pop de cámara elegante de “The Dessert Babbier”. No sé si es el mejor trabajo de Iron & Wine, pero sí es el más ambicioso. Y eso siempre debería ser una buena noticia.
Es también el mejor. Disco precioso.
Maravilloso.
Buena critica.
No quisiera saber tanto de la discografia de Sam, me gustaria más saber de él como persona, saber lo que piensa haciendo sus canciones, sus sensaciones y emociones, su infacia, anecdotas, etc.