Un apoyo que, ya de entrada, asegura ventas y atención mediática. Con eso ganado, poco importa lo que llegue después. Y ese después se traduce en un disco excesivo al que no hubiese sentado nada mal un concienzudo tijeretazo. Aparte del pobre bagaje lírico que expone un 50 Cent empeñado en desperdiciar su espléndido flow en redundantes parámetros gangsta (bitches por doquier, cuelgue continuo, pistolas a destajo), el territorio musical resulta insuficiente para cubrir las amplias ambiciones con las que ha sido creado. Sólo Dre (cuatro temas: dos singles potentes y dos medianías) y Eminem (dos bases) rinden por encima de la media entre un derroche desmesurado de beats de plástico y superproducciones propias del peor pop mainstream del momento. Suspenso.
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