Contra algunos pronósticos, este ‘Hyperion’ no pasará a la historia como punto de inflexión de nada, ni para nadie. Como su propio autor -léase, Gesaffelstein- si sigue empeñado en seguir por esta senda musical -y, sobre todo, empresarial- en la que parece preocuparle más con quién, que el qué.
Este talentoso y joven músico francés -uno de los productores emergentes elegidos para la gloria de aquel monumental ‘Yeezus’ del icónico Kanye West- acaba de sacar a la calle uno de los álbumes que mejor se oyen de toda la historia musical. Es una absoluta barbaridad. Todo en su sitio, impoluta mezcla y prístino sonido de muchísimos quilates. La lástima es que el contenido -la chicha, lo que realmente cuenta- no está tan a la altura de tal locurón y despliegue técnico. Mucho ruido fino, pero pocas nueces deliciosas. Seguramente el problema del ambicioso Mike Lévy -al menos en esta entrega- es que quiere abarcar mucho y así aprieta poco.
El resultado es que temas sobresalientes -haberlos haylos- conviven con otros que no rasparían el aprobado. Lo que sí es innegable es que en todo este trabajo campa una sofisticación inherente -a mitad de camino entre el mainstream y lo underground- que lo empapa todo -de principio a fin- desde su seminal pop hasta el suave regusto technoide que exhala, aunque menos que en anteriores entregas, caso de aquel celebrado ‘Aleph’ del 2013, que lo puso en el mapa.
A la hora de escoger, entre los diez cortes de este ‘Hyperion’, destacaríamos el extenso, arpegiado y sci-fi tema homónimo que abre el disco, que sirve como tributo a su paisano, el maestro Jean Michel Jarre; la suave oscuridad electrosa, cuasi ladytronista, de ese ‘Forever’ que firma junto al maestro galo The Hacker y los canadienses Electric Youth; el elegante pop, retro-soulero y sintetizado de ‘Blass Off’ con el estratosférico Pharrell Williams en lo vocal con ínfulas para convertirse en un hit planetario, pasto de radiofórmulas y probadores de Inditex. Le pasa lo mismo a ese hiper-cool ‘Lost in the fire’ en el que canta The Weeknd, otro marciano que le devuelve el favor. Solo cuando se pone experimental, raro y borde, como en el caso de ‘Vortex’, o melancólico y ambiental - ‘Humanity Gone’ y ‘Ever Now’- todo parece elevarse hasta esa cota soñada, excelsa y hasta, en este caso, exigible. Nada, seguimos sin recambio real para Daft Punk.
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